(Falta de) Educación con Software Libre

Alexandre Oliva

Publicado (en portugués) en la séptima edición, de octubre de 2009, de la Revista Espírito Livre.

Empecé a escribir este artículo en ruta al Congreso de Educación, Software y Conocimiento Libres, en la República Dominicana, en el netbook educacional Lemote Yeeloong que he usado como mi computadora principal. No imaginaba que publicaríamos allá la Declaración de Santo Domingo, acerca del uso educacional de Software y materiales educacionales Libres, con pensamientos y consideraciones en los borradores que escribí en el vuelo acerca del software al que mi hija iba a ser expuesta en la escuela fundamental.

En Casa

Hasta ahora, ha sido relativamente sencillo evitar que ella sea expuesta a las molestias del software privativo: su uso de computador, aunque sea frecuente, está en acuerdo con los preceptos éticos, morales y sociales del Movimiento Software Libre. Aunque quizás todavía no tenga la conciencia moral y social para comprender un problema al cual ella ni siquiera fue expuesta, la presencia exclusiva de Software Libre en nuestra casa prácticamente garantiza que no se vuelva dependiente de ningún programa. Eso es algo por lo que todo usuario de software, todo padre y todo maestro deben velar.

¡No es que ella use poco software! Empezó con el maravilloso GCompris, una suite Libre de actividades educacionales que integra más de un ciento de actividades para jóvenes y niños con 2 años o más, con apariencia muy atractiva, música clásica de primera calidad y versiones en español y en portugués incluso de las frases de felicitación que el programa habla cuando el niño supera una etapa. Mientras resuelven rompe-cabezas, ejercita la memoria, descifra códigos, hace dibujos, animaciones y cuentas, aprende letras y palabras, los niños son motivados por las mascotas del Software Libre, presentes en muchas actividades. Para los mayores, hay incluso experimentos científicos, como armar circuitos eléctricos y programar barcos y submarinos. ¡Extraordinario!

Otro Software Libre exitoso en casa es Sugar, más conocido por su adopción, por el proyecto One Laptop per Child, OLPC, como estándar de interfaz en sus portátiles educacionales. En ese sistema hay desde los programas más obvios y de propósito general, como navegador y editor de textos, hasta los más direccionados a la educación, como juegos y actividades de programación, incluso con el lenguaje Logo. Además de ser instalable en muchas distribuciones de GNU+Linux, hay versiones que arrancan y corren desde CD y pen-drive. El estudiante puede llevar su sistema completo a su casa: programas, preferencias personales y incluso los trabajos que hizo, sin necesitar llevarse una computadora.

Volví desde Santo Domingo con una copia del gaucho Pandorga GNU/Linux, gentileza de Tatiana, principal autora de InVesalius (Software Libre para visualización de imágenes médicas tridimensionales) y una de las mayores divulgadoras y promotoras del Software Libre en Brasil y en la América Latina. La novedad más apreciada fue TuxMath, un juego que adiestra en las operaciones aritméticas en un escenario de defensa antiaérea: diversión y agilidad matemática garantizadas.

Lamentablemente, Sugar on a Stick (la versión para CD y pen-drive de Sugar), Pandorga GNU/Linux y la distribución GNU/Linux educacional que mantiene el Ministerio de la Educación de Brasil usan versiones privativas de Linux, en vez de Linux-libre. ¿Acaso tienen planes para corregirlo, como hizo el gallego Trisquel, que también habla español y portugués, trae GCompris, TuxMath, KDE Edu y mucho más, y prepara una versión educacional con Sugar? Mientras espero esa novedad, también ansío por el momento de traer a mi casa el panel programable de LEDs que Danilo César, líder del proyecto pedagógico “Robótica Livre”, dijo que haría para mi hija. ¡Le va a gustar mucho!

En la Escuela

Mientras las escuelas públicas se preparan para ofrecer “Un Computador por Alumno”, con Software Libre, a las poblaciones que en su mayoría no tienen computadoras de propósito general, las escuelas privadas desperdician sus presupuestos menos limitados en software privativo, incompatible con la misión de educar.

No es que el software privativo elegido por las escuelas no logre el propósito para el cuál se lo diseñó. A veces sí lo logra. El problema es que el propósito educacional, cuando el software es privativo, viene siempre acompañado de otros propósitos indeseables. Son esos otros propósitos que crean hábitos perjudiciales y limitan las posibilidades de aprendizaje.

El objetivo de la educación no se debe limitar a transmitir información. Debe preparar al alumno para ser un ciudadano libre y independiente, un buen miembro de la sociedad, apto a utilizar el conocimiento y las técnicas que se le proporcionaron para buscar conocimiento que desee o necesite, así como para desarrollar nuevo conocimiento, para el bien de todos.

Software Libre, es decir, software que respeta las libertades de los usuarios de ejecutar el software para cualquier propósito, de estudiar el código fuente del software y adaptarlo para que haga lo que el usuario desee, de hacer y distribuir copias del software, y de mejorarlo y distribuir los cambios, permite que personas usen computadores sin renunciar el ser libres e independientes, sin aceptar condiciones que les impidan obtener o crear el conocimiento deseado.

Software que priva el usuario de cualquiera de esas libertades no es Libre, es privativo, y mantiene usuarios divididos, dependientes e impotentes. No es una cuestión técnica, no tiene nada que ver con el precio ni con la tarea práctica desempeñada por el software. Un mismo programa de computador puede ser Libre para algunos usuarios y no-Libre para otros, y tanto los Libres como los privativos pueden ser gratis o no. Pero además del conocimiento que fueron diseñados para transmitir, uno de ellos enseñará libertad, mientras el otro enseñará servidumbre.

Falta de Educación

Si el usuario depende del permiso del desarrollador del software para instalarlo o usarlo en una computadora cualquiera, el desarrollador que decida negarlo, o demande contrapartida para permitirlo, efectivamente tendrá control sobre el usuario. Peor si el software almacenará información del usuario de manera secreta, que solamente el proveedor del software sepa decodificar: o el usuario paga el rescate impuesto por el proveedor, o pierde su propio conocimiento que confió a su control. Sea cual sea la elección, quedarán menos recursos para utilizar en la educación.

Tener acceso negado al código fuente del programa impide que el alumno aprenda cómo el software funciona. Puede parecer poco, para alguien ya acostumbrado con esa práctica que busca también controlar y, a veces, engañar al usuario: con el código fuente, cualquier interesado podría percibir y evitar un comportamiento indeseable, inadecuado o incorrecto del software. A través de esa imposición de impotencia, el proveedor crea un monopolio sobre posibles adaptaciones del software: sólo podrán ser desarrolladas bajo su control. Peor: cercena la curiosidad y la creatividad del alumno. Los niños tienen una curiosidad natural para saber cómo las cosas funcionan. Así como desmontan un juguete para ver sus entrañas, podrían querer entender el software que usan en la escuela. Pero si un niño pide al maestro, incluso el de informática, que le enseñe cómo funciona un programa privativo, el maestro sólo podrá confesar que es un secreto mantenido por el proveedor del software, que la escuela aceptó no poder enseñar al alumno. Límites artificiales al que los alumnos podrán ansiar descubrir o aprender son la antítesis de la educación, y la elección de modelos de negocio de software basados en una supuesta necesidad de privación y control de ese conocimiento no deben ser incentivados por nadie, especialmente por el sector educacional.

El compartir es un valor esencial para el funcionamiento de la sociedad. No es porque sí que una parte de la misión de la educación es la comprensión y la práctica de ese valor. A quien lleve un juguete a la escuela se le enseña a compartirlo con los compañeros. ¿Por qué con software debería ser diferente? De hecho, con software esa práctica debería ser más estimulada, puesto que no hay siquiera el riesgo de que el amigo rompa el software. Es un bien no-rival, puede ser usado por varios simultáneamente: el compartir se hace no por división, sino por multiplicación. Pero, al revés del juguete, cuando el tema es software, varias escuelas enseñan que el compartir es feo, errado, comparable a atacar barcos. Enseñan que no se debe compartir un juguete de software llevado a la escuela, y dan el mal ejemplo ellas mismas, negándose a compartir el software que ofrecen a los alumnos. Lo hacen porque eligieron mal el software: decidieron apoyar modelos de negocios mezquinos, basados en privación, escasez artificial y falta de respeto al prójimo, en vez de formar ciudadanos conscientes y libres, enseñándoles a adoptar y apoyar prácticas que respetan valores esenciales de la sociedad.

El cooperar es otro valor esencial para que funcione la sociedad. La adquisición de software educativo o de propósito general como enlatado atenta en contra de ese valor. Cercenar el impulso creativo de los niños y jóvenes, aceptando la prohibición al perfeccionamiento del software, perjudica no sólo el desarrollo de los alumnos, que pronto se acostumbran a aceptar la posición de consumidores pasivos, sino también la sociedad, puesto que limita las contribuciones que esos alumnos podrían hacer en el futuro, si no estuvieran prohibidos de construir sobre los hombros de gigantes. En vez de aceptar software enlatado, sobre el cual poco o ningún control puede tener, la propia escuela debería dar el ejemplo e influenciar activamente el desarrollo del software educacional que adopta, para que las motivaciones educacionales y sus decisiones pedagógicas estén en el primer plano, para que no prevalezcan las consideraciones de mercado del proveedor. No es decir que la escuela necesite su propio equipo de programadores, sino que el Software sea Libre, así que, si un día el proveedor se rehúsa a hacer un cambio deseado por la escuela, se podrá contratar otro proveedor para desarrollar el cambio, cooperando o no con otras escuelas.

Trampa

No es porque sí que proveedores de software privativo frecuentemente ofrecen el software que controlan, gratis o a precios menores, para uso educacional. Quieren que niños y jóvenes sean adiestrados bajo su control, y se vuelvan dependientes. Después, cuando estén (de)formados, llegarán al mercado de trabajo y no conocerán alternativa. Peor, estarán dependientes. Como ofrecer cigarrillos o narcóticos a los alumnos, debería ser impensable ofrecer software privativo. Aceptarlo es cercenar la creatividad, limitar el aprendizaje, promover valores antisociales y fomentar la servidumbre tecnológica y la dictadura del proveedor. Son objetivos incompatibles con la educación. El software privativo destruye el aula. Cuando está en la escuela, la perturba. ¡La buena educación se hace con Software Libre presente!

Para Aprender Más


Copyright 2009, 2010 Alexandre Oliva

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