¿Es correcto y honorable obedecer las leyes?
Analizar para quién se hacen las leyes es esencial para saber qué tan bueno para la sociedad es obedecerlas.
Las leyes son documentos de reglas a seguir por medio de las cuales se establece qué está autorizado a hacer o no el ciudadano de un país. Hay incluso leyes internacionales por las cuales todos los habitantes de este mundo debemos regirnos. Estas leyes (especialmente las internacionales) son redactadas, verificadas y aprobadas por menos de un 1% de la población. La mayoría de la gente ni siquiera opinó para su formulación. Si algo se pregunta en unas pocas de ellas es si se autoriza su aprobación. Sin embargo, la mayoría de leyes ni siquiera pasan por la aprobación de la población que normarán.
Cuando establecemos una relación con otra persona, llegamos a acuerdos tácitos y explícitos. Estos convenios establecen las reglas de comportamiento entre nosotros. En caso de irrespetar dichas reglas, las relaciones se romperán y eso tendrá consecuencias. En el caso de las leyes, sucede lo mismo pero sin el consentimiento de las personas. Esto significa que no existe una democracia sino una plutocracia en donde se hace lo que dicen los que tienen recursos o el poder.
Valoramos que las leyes establezcan que si no se respeta un contrato o si se roba o si se agrede, haya un castigo. Sería en cierto modo justo si sucediera así. Sin embargo, la realidad es otra. Quienes pagan (con o sin culpa) el enfrentamiento con la ley son los que no tienen el poder en sus manos. Aquellos que dañan a la sociedad y se salen con la suya suelen ser quienes hacen de las leyes cómplices en su sinverguencería. Aun si se castigara a los culpables, esto no arregla nada. Suele servir de entrenamiento para peores agresiones sociales y además alimenta el resentimiento.
¿Seguiremos aceptando leyes que causan tales injusticias y que además nos han impuesto sin consultarnos? Somos los accionistas del país y del mundo en el que vivimos. Los gobernantes son nuestros empleados en la labor de gestionar la correcta administración de la gran oikos. Si delegamos nuestro poder a un político para aventajarnos sobre otro grupo que defiende a otro político, estamos perdiendo el poder de decisión porque lo entregamos a los gobernantes que tienen una distinta agenda que la nuestra (porque no son nosotros). Si conservamos el poder y negociamos en consenso las reglas que vamos a respetar, todos estaremos en concordia para el bien de toda la humanidad.
¿Qué esperamos para recuperar el poder? Debemos dejar de entregarlo a los políticos que nos han vendido un boleto de lotería para el que todos pierden menos uno. Solo hace falta conversar con nuestro prójimo para llegar a un acuerdo.....y cumplirlo