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Subject: DRM en contra de la sociedad
From: Alexandre Oliva lxoliva@fsfla.org
To: Prentice.J@parl.gc.ca, Minister.Industry@ic.gc.ca, Verner.J@parl.gc.ca, pm@pm.gc.ca
Cc: anti-drm@fsfla.org
Organization: FSF América Latina
Derecho de autor fue diseñado originalmente para beneficiar a la sociedad, pero tachar obras creativas como propiedad se ha usado en la era digital para justificar medidas que privan a la sociedad tanto de las obras como de los beneficios.
Derecho de autor era un incentivo a la creatividad, a la publicación de obras creativas, a través de un monopolio temporario limitado concedido a autores. Expirado el monopolio, la condición anterior a la ley de derecho de autor se restablecía: toda la gente podría compartir y construir sobre la obra cubierta.
Respetar el monopolio era el sacrificio de corto plazo de todos para la disponibilidad al largo plazo de más y mejores obras creativas. Y era un sacrificio pequeño, puesto que el plazo era corto, y la publicación era costosa y difícil, sin importar derechos de autor y de usos justos.
La expresión generadora de confusión "propiedad intelectual" invirtió la lógica detrás del sacrificio: en vez de servir a la sociedad, la ley se convirtió en una herramienta para defender los intereses de intermediarios que extorsionan a la sociedad y a los autores que afirman representar.
Obras creativas son expresiones intangibles, y por lo tanto no-rivales. No tiene sentido considerarlas propiedad. De hecho, la ley de derecho de autor no regula la apreciación de tales obras creativas.
Entretanto, tacharlas de propiedad ha habilitado a los intermediarios a engañar a la sociedad para que aceptara extensiones de los monopolios de derecho de autor, contrariando su objetivo esencial: más obras creativas para la sociedad, después de un corto periodo de privación.
En la era digital, se hizo mucho más sencillo para cualquiera crear y publicar obras creativas. Esto podría haber sido un gran beneficio a la sociedad.
Pero tachar estas obras como propiedad ha habilitado los mismos intermediarios a engañar a la sociedad para aceptar medidas tan insultantes y costosas como Gestión Digital de Restricciones (DRM) para patrullar y vigilar usos de la obra, para preservar el modelo de negocio obsoleto de los intermediarios.
DRM significa usar computadoras de propósito general o especializado, como grabadores y reproductores de audio y vídeo, para negar a la gente el uso de obras de maneras que son permitidas por la ley de derecho de autor, pero que podrían posibilitar violación futura de derecho de autor, sin importar si alguna violación de hecho ocurre o se planea.
Toda la gente es así proclamada culpable de precrimen, y quitada de los beneficios de los avances tecnológicos, de los derechos de uso justo y incluso del dominio público.
Aceptar en la ley la presunción de culpa de cualquier regla que los intermediarios logren codificar, en los equipos necesarios para apreciar las obras creativas que publican, haría a los intermediarios, legisladores privados y agentes de policía en la era digital.
Habiendo recién visitado Canadá, yo podría haber sido multado y encarcelado si el proyecto de ley C-61 estuviera en vigor, sólo porque tengo en mi computadora filmes, música y software necesarios para ejecutarlos, a pesar de que la ley de derecho de autor no requiere licencia para que estas obras sean apreciadas o llevadas consigo.
Me enojaría si legisladores canadienses aprobasen una ley que requiriera grandes sacrificios de todos por (mis?!?) intereses cuya propia legitimidad sólo parece justificable a través de las contorsiones mentales de la "propiedad intelectual".
Yo, como autor y titular de derecho de autor, no me pongo de parte de los intermediarios que afirman defender mis intereses cuando hacen lobby por esta ley.
Por favor no alejen la ley de derecho de autor más del objetivo de cualquier ley: beneficiar la sociedad que la establece.
Gracias,
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Alexandre Oliva
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